
Es indudable que la llegada de un hijo con discapacidad puede suponer un cambio profundo en la vida familiar, para ello se recomienda un abordaje adecuado de la situación y una gestión emocional saludable, que incidirá directamente en el desarrollo de la persona con discapacidad y en su empleabilidad. Esto contribuirá a fomentar la autonomía, la autoestima y las habilidades de los hijos e hijas generando un entorno estimulante y seguro, según destaca Francisco Mesonero, Director General de la Fundación Adecco.
Según dicho informe, la participación de las personas con discapacidad en el empleo se mantiene en un 35,5%, esto quiere decir que un 64,5% de personas edad laboral no trabajan debido a barreras como el desconocimiento, la sobreprotección familiar, la ausencia de itinerarios formativos adoptivos o los prejuicios sociales o empresariales.
El empleo constituye el principal motor de inclusión, al permitir a las personas con discapacidad desarrollar un proyecto de vida independiente, reducir la sobrecarga económica del entorno familiar y minimizar los niveles de dependencia.
Frente a estos datos, la tasa de actividad asciende hasta el 78,5% para el resto de la población, evidenciando una profunda brecha en términos de inclusión sociolaboral.
Algunos de los factores estructurales que explican estas cifras son la falta de herramientas y acompañamiento especializados que muchas familias afrontan desde las primeras etapas de vida de sus hijos e hijas con discapacidad. Esto hace que en ausencia de recursos y una orientación adecuada, no se estimulen de forma plena las capacidades y la autonomía de los niños y niñas, impidiendo que alcancen su máximo potencial en edad adulta, viéndose empujados a la inactividad, la dependencia del entorno familiar o la percepción de prestaciones públicas como vía de subsistencia.
Impacto de la discapacidad en la conciliación de las familias
Se observa que la discapacidad no solo afecta a las personas que la sufren sino también a su entorno, y es que las necesidades específicas, las gestiones y la carga emocional suponen que conciliar la vida personal y profesional sea un reto añadido para los hogares con personas con discapacidad.
Tras realizar la encuesta a 363 familias que tienen hijos e hijas con discapacidad entre progenitores o cuidadores de dicha persona, en su mayoría menor de edad (86%) y el 14% restante con una edad correspondida entre los 18 y los 30 años, los datos concluyen que la mayor parte ha podido conciliar sin cambio significativos, un 38,5%; en un 35,2% de los casos se ha optado por una reducción de jornada; y en un 11%, uno de los dos progenitores ha dejado su empleo.