Cada 25 de noviembre, conmemoramos el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer. Cada 25 de noviembre volvemos a recordar que la violencia contra la mujer no es un hecho aislado, sino una realidad que atraviesa nuestras sociedades. Cada cifra que leemos, cada historia que escuchamos, cada voz que perdemos, representa vidas truncadas, sueños interrumpidos y derechos vulnerados.
Cada día, las mujeres sufren agresiones físicas, sexuales, psicológicas o económicas simplemente por la condición de ser mujer. Cada acción violenta es la expresión de un sistema desigual que perpetúa estereotipos, roles de género rígidos y discriminación laboral, social y cultural. La desigualdad no se mide solo en cifras: se ve en los techos de cristal, en los salarios más bajos, en la violencia en casa, en la falta de representación en espacios de poder y en la constante amenaza de sufrir agresiones por ser quienes son.
Y ahora piensa, una mujer que tiene discapacidad ya sufre una discriminación doble: por ser mujer y por tener una discapacidad. Vamos a seguir, una mujer que tiene discapacidad y que vive en una comunidad rural: ésta ya sufre una triple discriminación. Vamos más allá, una mujer que tiene discapacidad, vive en una comunidad rural, y que su orientación sexo-afectiva corresponda al colectivo LGTBIQ+: aquí nos plantamos con una discriminación cuádruple. Y podemos seguir y seguir, no complicando las circunstancias y situaciones que puede atravesar una mujer, sino reflejando un sufrimiento que puede pasar desapercibido, más intenso y menos visible.
No podemos permanecer en silencio. La violencia de género no distingue edad, condición social, educación ni lugar de residencia. Es urgente que la sociedad, las instituciones y cada uno de nosotros trabajemos juntos para erradicar todas las formas de violencia contra las mujeres, desde la psicológica y económica hasta la física y sexual.
Cuando apenas queda un mes para terminar el año 2025, ya son 38 las mujeres asesinadas oficialmente por la violencia machista, una cifra que asciende hasta las 1.261 mujeres, según los datos del Ministerio de Igualdad. La cotidianidad, la inmediatez, la interminable sucesión de noticias, han hecho que algunas personas se vuelvan insensibles a la información. Las cifras se van sucediendo y van aumentando y nosotros seguimos ciegos ante la injusticia.
Es hora de decir basta. Basta de silencio, basta de impunidad, basta de miedo, basta de justificar una situación que es insoportable. Basta de juzgar, basta de perpetuar estereotipos que promueven una desigualdad más que evidente. Basta de no respetar, basta de no valorar, basta de hacer daño a quien menos lo merece.
Porque ya es tiempo de llamar a la acción, educar en igualdad, escuchar sin juzgar, apoyar a las víctimas y garantizar su seguridad. Es imprescindible una formación con perspectiva de género, es una responsabilidad de todos. Porque ya no basta con la denuncia, necesitamos políticas efectivas, recursos suficientes y una cultura de respeto y equidad que atraviese hogares, escuelas y lugares de trabajo.
La discriminación y la violencia de género están interrelacionadas. Los prejuicios y estereotipos de género alimentan la violencia, mientras que la violencia refuerza la desigualdad. Por eso, erradicar la violencia contra la mujer requiere no solo proteger a las víctimas, sino transformar las estructuras que permiten que estas desigualdades existan: leyes más efectivas, educación en igualdad, espacios seguros y una cultura que respete y valore a las mujeres.
Cada mujer tiene derecho a vivir libre de miedo, a decidir sobre su vida, su cuerpo y su futuro. Cada sociedad tiene la obligación de escuchar, proteger y garantizar esos derechos. La lucha contra la violencia y la discriminación de género no es un acto de feminismo aislado: es una lucha por justicia, por igualdad y por humanidad.
Hoy, y cada día, decimos basta. Basta de silencio, basta de impunidad, basta de miedo. Porque ninguna mujer debería vivir con miedo, y ninguna debería perder la vida a manos de quienes dicen amarla.
Porque ninguna mujer debe ser víctima de violencia, ni discriminación, ni invisibilización. La igualdad no es un privilegio, es un derecho, y cada acción que demos hoy, cada voz que levantemos, contribuye a un mañana más justo para todas.


